a painting of an owl in water

La criatura del lago: el guardián de mi imaginación

Introducción: cuando los sueños hablan más fuerte que uno mismo

a painting of an owl in water

Hay noches en las que los sueños no son simples desvaríos de la mente cansada, sino portales hacia algo más profundo. Lo curioso es que muchas veces despertamos y lo olvidamos en segundos, como si la realidad se tragara todo aquello que parecía tan vívido. Pero hay otras ocasiones en que el sueño se queda pegado a la piel como una marca, como una cicatriz luminosa que nos acompaña incluso de día.

Yo tengo uno de esos sueños recurrentes. No aparece todas las noches, ni siquiera todos los meses. Surge cuando quiere, como si fuese un visitante que sabe que aún tiene algo que mostrarme. Y siempre es igual: un lago, un silencio espeso, y de pronto, el agua que se agita. De ella emerge una criatura imposible, mezcla de varias cosas que amo y que temo, un reflejo vivo de mi imaginación.

Al principio me parecía un disparate. Después, comprendí que lo que estaba viendo era una metáfora hecha carne —o plumas y pelo— de lo que significa para mí escribir. Hoy quiero compartir ese sueño contigo, porque creo que en el fondo no es solo mío: todos tenemos un lago interior del que a veces sale un monstruo o un guardián para recordarnos quién somos.


El encuentro en el lago

El escenario siempre es el mismo: un lago oscuro, rodeado de una bruma espesa que no deja ver más allá de unos metros. No hay pájaros, no hay viento, no hay sonido. Solo yo, de pie en la orilla, esperando no sé qué.

Entonces, el agua comienza a burbujear y a moverse, como si algo gigantesco se acercara desde el fondo. El corazón se me acelera, la garganta se seca, y pienso que en cualquier momento aparecerá un monstruo de pesadilla dispuesto a devorarme.

Y ahí está.

De la superficie emerge una cabeza enorme, desproporcionada, con ojos tan grandes que parecen linternas en la oscuridad. Lleva un sombrero diminuto, como si fuese una burla a su tamaño. Cuando me fijo bien, me doy cuenta de que no es un animal reconocible, sino una mezcla. Su rostro recuerda al de un búho: ojos redondos, mirada penetrante, gesto serio. Pero su expresión y el porte tienen algo del zorro: astuto, elegante, imposible de domesticar.

No se queda en la cabeza. Asoma hasta la mitad del pecho, y ahí descubro que lleva puesto un chaleco negro con botones pequeños, una pajarita perfectamente anudada y un chañelo que brilla en el agua como si fuera una joya perdida. La escena tiene algo de ridículo, de caricaturesco, pero también de solemne.

Me observa. No dice nada. Yo tampoco. Hasta que por fin me atrevo a preguntar:

—¿Quién eres?

Entonces, con una voz grave y extraña, que parece venir tanto de fuera como de dentro de mí, responde:

—Yo soy tú.


Lo que la criatura representa

Al principio no entendí nada. ¿Cómo podía ser yo un búho-zorro gigante con sombrero y pajarita? Pero el sueño se repetía, y cada vez que despertaba me quedaba pensando en esa respuesta. “Yo soy tú”.

Con el tiempo me di cuenta de que la criatura no era una versión literal de mí mismo, sino una representación de mi parte creativa, de ese motor que me empuja a escribir aunque a veces no tenga fuerzas.

El búho simboliza la sabiduría, la mirada que todo lo ve, incluso en la oscuridad. El zorro, en cambio, es el ingenio, la picardía, la capacidad de adaptarse a cualquier situación. Ambos animales han estado presentes en mi vida, en historias que he leído, en símbolos que me han acompañado sin que yo lo supiera.

El chaleco, la pajarita, el sombrero pequeño… eso es mi lado humorístico, mi tendencia a disfrazar la seriedad con un toque absurdo. Y el hecho de que solo aparezca hasta la mitad del pecho es, quizás, la mejor metáfora: mi imaginación todavía no está completa, todavía está emergiendo.

La criatura del lago no está terminada, porque yo tampoco lo estoy. Y sin embargo, cada vez que aparece, me anima a seguir escribiendo. Es como si me dijera: “Sigue, porque yo solo podré salir por completo si me das forma en tus palabras.”


El nombre secreto: Bury, Javi y Jaro

Otra cosa que descubrí es que la criatura no es solo “imaginación” a secas. Es la suma de todas mis identidades.

De adolescente, mis amigos me llamaban Bury. Era mi apodo, mi máscara juvenil, esa parte de mí que aprendió a reírse de todo, incluso de lo malo.

Después está Javi, mi yo de carne y hueso, el que trabaja, el que sufre, el que se cae y se levanta, el que tiene un hijo y una hipoteca. El que está en la tierra, con los pies en el suelo aunque a veces sueñe demasiado.

Y por último está Jaro, mi nuevo yo, el escritor que quiere dejar huella, el que está construyendo mundos y personajes en su blog y en sus novelas.

La criatura del lago es la suma de Bury, Javi y Jaro. Es la prueba de que no estoy dividido en tres, sino que esos tres forman un mismo ser, aunque a veces me cueste verlo.


El valor de la imaginación corpórea

Lo más fascinante es que en el sueño no siento miedo real. Hay inquietud, sí, pero también una especie de respeto, como si me encontrara ante un dios antiguo que hubiera decidido manifestarse para recordarme algo esencial: la imaginación tiene cuerpo, aunque no lo veamos.

Normalmente pensamos en la creatividad como algo abstracto, como una nube de ideas que aparece o desaparece. Pero en mi sueño es distinta: tiene cara, tiene ojos, se viste de gala, sale del agua con dignidad. Eso me hace pensar que cada vez que escribo, no estoy simplemente “inventando”, sino alimentando a esa criatura para que se complete, para que pueda existir un poco más.

Quizá todos tengamos un ser así, escondido en nuestro inconsciente. Algunos lo ven como musas, otros como demonios, otros como voces interiores. El mío se viste con chaleco y sombrero, y me mira con esos ojos amarillos que parecen decir: “No pares.”


Todos tenemos un lago interior

Lo que me recuerda este sueño es que no soy el único. Cada persona lleva dentro un lago donde habitan cosas extrañas. A veces son monstruos que nos asustan, a veces guardianes que nos cuidan, a veces símbolos que todavía no comprendemos.

Algunos nunca se atreven a mirar en ese lago. Otros, como yo, lo hacen a ratos, y descubren que allí dentro están las respuestas que no encuentran en los libros ni en las conversaciones.

Lo importante no es si tu criatura es bella o fea, si da miedo o ternura. Lo importante es que es tuya. Es la encarnación de lo que te hace único, de tu voz, de tu arte, de tu manera de estar en el mundo.

En mi caso, me recuerda que escribir no es un pasatiempo, sino una forma de supervivencia. Porque cada vez que no escribo, siento que esa criatura se hunde otra vez en el lago, incompleta, triste, esperando a que vuelva a darle vida.


¿Qué pasará cuando salga entera del lago?

A veces me lo pregunto: ¿qué ocurrirá el día que la criatura salga completamente del agua? ¿Qué pasará cuando no solo asome la cabeza y el pecho, sino que se muestre entera, con sus patas, sus alas o lo que sea que esconda bajo la superficie?

Me gusta pensar que ese momento llegará cuando logre escribir mi obra más completa, esa historia que reúna todo lo que llevo dentro y que cierre el círculo de Bury, Javi y Jaro. Quizás entonces la criatura se levante del lago y camine conmigo, ya no como símbolo, sino como compañera. O tal vez, cuando salga entera, desaparezca, porque su misión habrá terminado y yo ya no la necesite para recordarme quién soy.

Lo que sí sé es que, cada vez que escribo, el agua se agita un poco más y ella emerge con más fuerza. Así que quizás ese día no esté tan lejos.


Y tú, ¿qué criatura habita en tu lago?

Yo he compartido la mía, con su pajarita absurda y su sombrero ridículo, pero también con su mirada sabia y desafiante. Ahora te pregunto a ti, lector: ¿cuál crees que es tu criatura interior?

Tal vez sea un dragón que simboliza tu ambición, o un pez dorado que representa tu calma, o incluso un perro fiel que encarne tu necesidad de compañía. No importa cómo sea, lo importante es reconocerla, escucharla y dejar que te guíe.

Porque al final, todos somos un poco como ese lago: en apariencia tranquilos, pero con un misterio enorme esperando bajo la superficie.

¿Te atreves a contarme en los comentarios cómo es tu criatura interior?


Conclusión: escuchar a la criatura

Hoy quería contarte esto porque a veces creemos que la creatividad es solo inspiración pasajera. Pero yo he aprendido que también puede ser un diálogo con lo que llevamos dentro.

Mi criatura del lago me ha dicho quién soy: Bury, Javi y Jaro. Mi pasado, mi presente y mi futuro unidos en una sola figura onírica. Me ha recordado que aún no estoy completo, pero que cada palabra que escribo es un paso para que esa parte de mí se materialice del todo.

Quizás tú también tengas tu criatura. Tal vez no sea un búho-zorro con pajarita, pero seguro que hay algo que te habla en sueños, en intuiciones, en pequeños destellos. Te invito a escucharlo, a no ignorarlo. Porque puede que sea lo más verdadero que llevas dentro.


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